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03 diciembre 2013

SOBRE FERNANDO MARTÍN...

Me es difícil hablar de Fernando Martín con la claridad y la documentación que puedan tener mis compañeros, puesto que ni una semana antes del fatídico accidente que nos privó de él, recién había cumplido 10 años. No puedo hablar en plan me acuerdo de la final de los juegos olímpicos de Los Ángeles de 1984, o de la final del Europeo de Nantes el año anterior, ni tan siquiera de las 4 ligas que consiguió en su primera etapa madridista.

De lo que sí puedo hablar es de los primeros partidos de baloncesto que vi de la NBA en los que un español estaba jugando con los Portland Trail Blazers, y yo pese a ser de Lakers, siempre quería que perdieran ante ese equipo porque jugaba él. El mismo que cuando jugaba la selección española cada vez que recibía una pelota cerca del tablero era canasta y si no recogía su propio rebote a base de fuerza y remataba la jugada… También me acuerdo de esas peleas entre Audie Norris y él en los Barça-Madrid de su segunda etapa blanca o del equipazo que tenía el Real Madrid en la 88-89 junto con Drazen Petrovic, incluso de aquel juego de ordenador que se cargaba a base de pasar una cinta de cassette al que daba título e imagen y al cual era imposible vencer, o de la colección de un Europeo donde era el cromo más deseado y de los más difíciles de obtener.

Era un espectáculo de jugador tanto ofensiva como defensivamente, de los que peleaban por un rebote como si de lucha grecorromana se tratase, un privilegiado físico y un adelantado a su tiempo. Pienso que en Portland no es que no triunfara, sino que las lesiones y el escepticismo de aquella época con los extranjeros no le dejaron triunfar, porque en los demás equipos en los que estuvo, incluida la selección, no solo era un referente para el equipo, era un líder y un baluarte en el que se sustentaban.
Corbalán definió su idiosincrasia de la mejor manera que se puede hacer: “Él desde que llegó al Madrid con 19 años tenía muy claro su meta: ser un jugador importante dentro de un equipo importante” y a base de esfuerzo e inconformismo en sus metas, cada año que pasaba era mucho mejor que el anterior y no contento con ello transmitía esas sensaciones a su equipo y a los jugadores.

Para el Real Madrid era un privilegio tener un jugador de sus características, rara vez se encontraba en décadas, un español que era mejor que la mayoría de los norteamericanos que ocupaban las dos plazas de extranjeros, que como oro en paño se veneraban en aquella época porque generalmente eran las estrellas del equipo. El mejor pívot de la liga y uno de los mejores de Europa, cualquier entrenador de un equipo foráneo al enfrentarse al equipo madrileño tenía clara una cosa frenar a Fernando, pues así se deshacían de una de las mejores opciones de victoria y a su vez mermaban las ansias de luchar por todo de los demás jugadores.

Hasta su muerte es digna de su forma de vida, ese día era baja por sus fuertes dolores de espalda, pero por nada del mundo se quería perder el partido, tenía que estar en la grada animando y aconsejando a su equipo, e incluso fue a recoger a un compañero suyo Quique Villalobos, aunque nunca llegó. Su coche iba tan rápido que se saltó la mediana y se empotró contra otro muriendo en el acto. Ese 3 de diciembre de hace 24 años, también es uno de esos momentos que nunca olvidaré, toda España quedó conmocionada al saber que uno de sus más reconocidos e importantes deportistas de todos los tiempos había fallecido… El triste “no puede ser, no me lo creo”… ¿cómo un coloso de 2,05 y físico impresionante podía haber muerto en un accidente a la edad de 27 años?. Todo lo que no consiguieron sus rivales en la cancha, lo hizo la carretera… parar a Fernando Martín. Recuerdo a Epi y a Norris en su funeral, estupefactos e incrédulos, intentando hacerse a la idea de que no volverían a jugar contra él o con él. Su equipo tuvo el bonito detalle de retirar el “10”, ese número que portaba en todas las camisetas que vistió y que honra a un jugador de sus características, ese tipo de jugador por el cual, por mucho que pasen los años, le hayamos visto jugar mucho o poco, tengamos mil anécdotas o cuatro cosas que contar de él, nunca nos podremos olvidar seamos del equipo que seamos, pues a todos alguna vez nos representó y le admirábamos.

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